Una vez un conejito salió de su agujero; se iba en busca de
su comida por el llano. Estaba comiendo pasto y cuando advirtió ya venía un
buen aguacero. ¿Qué fue lo que hizo? Se fue a esconder dentro de una cueva. E l
no sabía que ahí dentro ya estaba una culebra. Sabía, sí, que cuando uno tiene
buena educación, nunca se mete uno sin más ni más en una casa [sino que],
primero se saluda y, si le contestan, entra y, si no le contestan, no se entra.
Cuando llegó a la cueva lo [primero] que hizo fue saludar.
— Le diré un saludo a la buena cuevita.
Le dice:
—¿Cómo lo has pasado, buena cuevita, cómo amaneciste?
Contestóle la malvada culebra:
—Bien, muchas gracias; pasa, buen conejito; ¿cómo es que te
acordaste de venir a saludarme? ¡Ven!
Aquella culebra le decía que entrase [para] que cuando
entrara el buen conejito [poder] comérselo.
E l conejito, [que] ya la había husmeado antes, se echó a
temblar.
Entonces contestóle el conejito diciéndole:
—Deje usted. Solamente aquí veo que el tiempo cambió, que al
parecer ya va a pasar la tempestad.
—No vaya a ser que te mojes; lo mejor es que te guarezcas de
la lluvia.
—Buena cuevita, dime; ¿que las cuevas hablan?
—Las cuevas no hablan.
—Muchas gracias; ya me voy.
El conejito se fue corriendo, con la colita muy parada.
Y la culebra quedóse en la cueva y se decía:
—Mejor hubiera sido no contestarle [sino] haberlo dejado entrar
y así me lo habría comido. ¡Soy muy tonta!
Y se enojó porque no había podido comerse al conejito.
Ahora el conejito anda por el campo comiendo pasto.
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