Aquí
estoy, en la oscuridad de mi cuarto, esperando un mensaje tuyo…
¿Por
qué decidiste volver?
Hace unas semanas yo estaba muy bien, estaba muy feliz
pensando que ya te había superado, y que si volvías eso no me afectaría.
Llegó
el sábado y mandaste ese mensaje.
-“¿Cómo estás?”
Pues
bien, estaba bien, estaba tranquila, alegre, pensando en decirle a alguien que
me gustaría intentar algo con él. Algo en serio con él.
Me
invitas a salir. ¿debería decir que sí?
Días
después viniste de sorpresa a mi casa. Estaba ebria y sólo pensaba en que si te
acercabas más te daría mil besos, te abrazaría y no dejaría que te volvieras a
ir, sin importar los problemas que ocasionaría tu venida.
Al día
siguiente, al siguiente y al siguiente esperé tus mensajes, tus llamadas…
Ahora
admito que perdí.
Perdí
de nuevo ante ti, porque me gustas mucho de todas las maneras posibles. Me
gustan tus ojos, tu cabello, tu sonrisa, tu nariz, tus cejas, tu cuerpo, tu
voz, tu manera de hablar, tu forma de pensar, la manera en la que bailas, amo
tu aroma… en fin, me gusta todo, absolutamente todo de ti.
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